Qué
líquido, cuánto y cómo, con la doctora experta en nutrición, Ana Bellón
Con
el aumento de las temperaturas comienzan las campañas informativas sobre la
necesidad de mantener nuestro cuerpo hidratado. Las recomendaciones sanitarias
se hacen hueco en las noticias de prensa, radio y televisión para concienciar a
la población de la importancia de que el organismo mantenga en niveles
adecuados su balance hídrico.
Éste
proceso fisiológico consiste, según explica la doctora Ana Bellón, en el
equilibrio adecuado entre el líquido que ingerimos y el que perdemos. Con los
termómetros echado humo, el cuerpo aumenta sus grados de temperatura y expulsa
agua a través del sudor. Para compensar la pérdida, añade, tenemos que
beber, aunque no tengamos sed, puesto que la deshidratación puede suponer,
en según que situaciones y casos, como el de personas enfermas y otras a merced
del calor por tiempo continuado, la muerte.
Sin
llegar a casos extremos, necesitamos hidratarnos, y según la doctora Bellón:
1. la cantidad de líquido diario,
recomendada por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (AESAN) son entre
dos y tres litros al día.
2.
Ahora bien, que nadie se vaya a asustar en mitad de la Operación Bikini. El
agua no engorda, aclara la experta. Cumple sus funciones orgánicas;
participa en los procesos fisiológicos de la digestión, absorción y eliminación
de desechos. Pero este trabajo diario no implica almacenaje. Se elimina por el
sudor, la orina y otros desechos.
3.
Es bueno tomar agua al levantarnos, puesto que contribuye a aliviar el
estreñimiento. No se recomienda, por otro lado, beber mucho antes de
dormir, para evitar tener que levantarnos varias veces al baño, sobre todo las
personas mayores. Antes de las comidas, sacia. Durante las mismas, ocurre
igual. Si no quieres adelgazar, un vaso y medio con ambos platos estará bien.
4.
No existe una ingestión máxima tolerable. Depende de cada persona y sus
circunstancias: peso, estatura y actividad, sobre todo. Los deportistas
necesitarán mucha más. Pero, cuidado con pasar de los cuatro o cinco litros.
Podemos perjudicar la función renal. Si sobrepasamos esa cifra con creces
podríamos entrar en un trastorno psicológico llamado potomanía.
5.
Bebés, deportistas y ancianos están exentos de la norma general en cuanto a los
líquidos.
Los niños porque no suelen identificar al principio la sensación de sed con la
necesidad de agua y debe ser el adulto el encargado de vigilar la ingesta. Los
deportistas por lo arriba citado y los mayores porque a partir de los 60
disminuye la sensación de sed, aunque no la obligación de mantenerse hidratado.
6.
El líquido también se obtiene a través de los alimentos, en
especial de las frutas y verduras. La sandía y la pera son frutas con mucha
agua y el apio es una de las verduras más hidratantes.
7.
El agua presente en el cuerpo supone entre el 55% y el 60% del peso corporal. Cuando
nacemos la proporción es del 75% y en la edad adulta se acerca más al 60%.Como
el cuerpo no almacena esa agua, las pérdidas de la misma deben ser restituidas.
8.
La sed puede aparecer con sólo una pérdida del 2% de peso líquido corporal. Cesa
muy rápido, casi inmediatamente, al beber. Cuando está en el estómago, incluso,
antes, en la lengua, manda una señal de rehidratación al cerebro,
anticipándose a su dilución en la sangre.
9.
Cuatro factores modifican la necesidad de líquidos: La edad, a más edad,
más cantidad se debe beber. La temperatura, a mayor ascenso de los termómetros,
más ingesta de líquido se requiere. La función renal, si ésta está alterada
habrá que tener especial cuidado con la cantidad a beber. Y, por último, el
consumo de ciertos fármacos que modifican y aumentan la necesidad de líquido.
10.
El agua total ingerida como tal supone un 28%, idéntica cantidad procede de
los alimentos y el 44% de otras bebidas. Ana Bellón recomienda evitar el
abuso de refrescos azucarados, por su aporte calórico y su contribución a los
datos de obesidad, sobre todo infantil. Las bebidas isotónicas, con precaución,
por el mismo motivo y también por ser estimulantes.
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